Por grande que sea nuestro «materialismo», independientemente de que estemos absolutamente convencidos de que todas nuestras experiencias parten, de una forma u otra, de nuestros cerebros, no podemos ignorar que existen dos tipos de realidades en torno a las cuales giran nuestras vidas, una «externa», mezcla de estímulos externos y construcción cerebral, y otra «interna», a la que no tenemos acceso conscientemente pero que no por ello deja de influir sobre nosotros, una realidad a la que aquellas personas que han accedido a ella opinan que es mucho más real que la propia realidad cotidiana del mundo exterior.