México inició el milenio con viento favorable para ser una nación de éxito: había conquistado la democracia, tenía una economía abierta al mundo y su población joven le daba una oportunidad demográfica única. Un cuarto de siglo después el panorama es, al menos, decepcionante: avanza la erosión de la democracia, la economía está sumida en un largo estancamiento y su población padece la desigualdad, la precariedad y la violencia.