El autor afirma que la acción política, sin la guía de una reflexión constante y una vigilancia de la crítica intelectual, está condenada al vacío, al dogmatismo y la cerrazón, pues todo político debe caracterizarse por tener convicciones firmes y certezas éticas, y ser capaz de analizar el pasado para poder apreciar las amplias posibilidades del futuro.