Ucrania no es un burdel fue el grito de ira y de guerra escupido por las Femen cuando los mandarines del fútbol viajaban al este para celebrar un campeonato y las destrezas copulativas de las jóvenes locales. Ese fue el exabrupto que atravesó fronteras a pecho descubierto para dilatarse hacia otras esquinas de la miseria humana. Una epidemia que ha profanado incluso la residencia de la soberanía española, donde unas irreverentes reclamaron la propiedad privada de los cuerpos que exhiben.