Todo pensamiento, toda expresión cultural, se dirige a un interlocutor concreto (de ningún modo abstracto) dentro de unas coordenadas de tiempo y de lugar identificables en cada circunstancia. Hay un aquí y un ahora que nadie puede eludir por más universal que se considere en su manera de reflexionar al mundo. El pensamiento siempre apunta hacia problemas concretos de un lugar y un tiempo determinados, a despecho de todo lo abstracto que pretenda ser en su elaboración intrínseca.