La muerte del jefe gringo permitió que nacieran los hermanos que tengo y no los que pudieran haber nacido en Nueva York. Sólo yo estaba ya definido.
Esos muchachos, mis hermanos, que habrían jugado basquetbol en Brooklyn, ido al Yankee Stadium para echar porras a los Dodgers de Brooklyn al ritmo del órgano de vapor, que habrían trabajado a finales de los años sesenta...