La profecía del Coyote hambriento lo decía: habría de salvar al pueblo chichimeca del tirano Tezozómoc, aquel que juró en su juventud recuperar la grandeza del señorío de Azcapotzalco; aquel que logró unir las voluntades de varios pueblos y alzar los cimientos de una civilización que se convirtió en imperio; aquel que sería el primer gran ejemplo de la política brutal y sanguinaria que dominaría el Valle de México por más de un siglo.