Cuando se trata de emprender, todo el mundo presume de ventas millonarias, jornadas laborales de hora y media y reuniones a la sombra de un cocotero en una playa balinesa.
Lo que nadie te cuenta son las peregrinaciones a la ventanilla de la Seguridad Social, las notificaciones aterradoras de Hacienda y el sinfín de conversaciones infructuosas con el señor del banco.