Agonía del creador contemplada desde muchos ángulos, dibujada bajo muchas luces y sombras, maldecida y bendecida desde el centro mismo del estupor, del amor y el odio de la criatura. Beber un cáliz no pertenece a las corrientes convencionales de la literatura. No es cuento, no es novela, no es poema en prosa: es un testimonio verídico sobre el dolor de ver convertirse atrozmente en nada una antigua montaña de esplendores y angustias.