Corre el verano de 1985 y en Badiascarna, un pueblecito asentado sobre las colinas toscanas y alejado de ciudades repletas de obras de arte y de pintorescos viñedos, Sauro Terra pasa el tiempo cazando lagartijas y hablando con el póster de David Bowie que tiene colgado en su habitación.
Tiene catorce años y no sabe qué hacer con su vida, pero hay algo que tiene muy claro: cuando sea mayor, será todo lo contrario a su padre.