En 1917 dos niñas de un pueblo de Inglaterra declararon haber visto hadas y, para demostrarlo, presentaron unas fotografías que causaron una conmoción tal que, a partir de ese momento, numerosos expertos y especialistas las usaron para defender sus teorías. Uno de los que opinaron más vehementemente fue Arthur Conan Doyle, entonces conocido ya por sus novelas policíacas, quien se lanzó, cual inspector en caso rutinario, a reunir pruebas que documentaran el caso.