No cabe hurtar a la matemática de Apolonio o Euclides, a la hidrostática de Arquímedes, a la geografía de Eratóstenes, a la biología de Aristóteles o a la astronomía de Hiparco el calificativo de empeños científicos. Por ello, es comprensible que Euclides sea un interlocutor para Lobachevsky o Bolyai, que Arquímedes lo sea para Galileo, que Ptolomeo lo sea para Copérnico y que Erasístrato y Galeno lo sean para Vesalio o Harvey.