Las semanas que siguen al nacimiento son como la travesía por un desierto poblado de monstruos: las nuevas sensaciones internas que asaltan el cuerpo del niño.
Tras el calor del seno materno, después del abrazo que es el nacimiento, llega la soledad helada de la cuna y entonces surge una fiera, el hambre, que muerde al bebé en las entrañas.