Para el pueblo celta, Samhain señalaba el comienzo de la estación del frío.
Este era el momento en el que se sacrificaba al ganado y se recogía la cosecha final antes de la inevitable caída a las profundidades de la oscuridad del invierno. Se encendían fuegos para ayudar en su camino a los espíritus errantes, y se hacían ofrendas en nombre de los dioses y de los ancestros.