Cerca de cumplir 40 años, Renata inicia su marcha lenta hacia el deterioro a pesar de que su matrimonio marcha sobre ruedas y de que disfruta del éxito profesional, De entre las noticias que anuncian la madurez, ni las arrugas, ni la insufrible rutina revestida de normalidad, ni la cada vez más frecuente propensión a llorar, ni los traspiés de su belleza física son tan amenazantes como la maternidad, o, mejor dicho, su ausencia.