Algo que Doug siempre supo es que la hermana Jefferson era intocable, perfecta y definitivamente no destinada para él. ¿Pero algo que también supo? Que por más que lo intentara no podría huir de ella, no cuando esos ojos azules verdosos y sonrisa angelical estaban destinados a perseguirlo en sueños, duchas e incluso en el escenario, ¿y por qué no decirlo? También lo perseguían mientras escribía una canción. El problema de Hilary siempre se ha reducido en volver al mismo punto de partida: desear a Doug McQueen. Incluso viéndolo en revistas con todos sus ligues, ella no puede huir de los cosquilleos en su estómago, ni el deseo de tenerlo para sí misma. ¿Qué se hace cuando se desea lo prohibido? Lo tomas y ese es el error que Doug ha creído cometer. Ha tomado su deseo. ¿Dónde radica el error de Doug? En tomar el deseo que lleva por apellido Jefferson, el mismo apellido que sus dos sobreprotectores amigos, compañeros y hermanos de banda poseen. Se han dejado llevar, las cosas fueron más allá de lo planeado y ahora no saben cómo enfrentarlo. Una cosa es cierta: Doug no sabe cómo decirle a los hermanos Jefferson que ha dejado algo más que besos en su hermana, que ha dejado algo echando raíces en su cuerpo.