Los gigantes de verdad viven en lo alto de las montañas porque son unas enormidades benignas que no quieren espantar a los pequeños humanos, pero bajan un día al año a celebrar el carnaval, cuando se confunden con los gigantes de mentira que danzan por las calles del pueblo. Febrerito, sin embargo, tiene un tamaño ordinario entre los hombres y minúsculo entre los gigantes.