Gato se detuvo. En el silencio que siguió podía sentir la sangre circular en sus piernas, podía oírla en sus orejas. Entonces escuchó un golpe seco y sordo. Conocía ese sonido. Era Liebre. Gato se agazapó, el vientre pegado al suelo, y se deslizó hacia adelante como una macha de aceite.