Una plancha que habla y un telégrafo que transcribe lo que ésta dice; un radio, que en lugar de ondas hertzianas, transmite la tibieza que sólo da el corazón... ésta es la historia de Enriqueta Mares y Sebastián Molina, dos almas sanrafaelinas destinadas a navegar en ese barco que durante mucho tiempo estuvo anclado en el embarcadero de la sinrazón.