Profirió Díaz observa al país desangrarse, se embarca en el Ypiranga. Ya han quedado atrás las victorias en la Intervención francesa, las fiestas del Centenario y la dureza del “mátenlos en caliente”. Para el anciano general no existe una realidad más egoísta: levantó una nación que parecía un animal incivilizado; le trajo la calma, el orden, el ferrocarril, el petróleo y la modernidad, pero México le dio la espalda y lamenta que su cuerpo ya no sea capaz de dar una nueva guerra.