A la hora de ganar una guerra o de establecer las grandes tácticas de los campos de batalla, los francotiradores son algo irrelevante, pero en el combate diario probablemente sean los soldados más valiosos. Su poder psicológico magnifica enormemente el efecto de su actuación.En el Somme, en 1916, todos los que fueron capturados por uno u otro bando acabaron cosidos a bayonetazos, fusilados o colgados. Lo mismo ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, un conflicto donde ya se realizaban enormes matanzas de forma impersonal y mecanizada.