No podemos ser los padres que nuestros hijos necesitan si antes no sanamos la herida de nuestro niño interior. Cómo nos han educado determina cómo estamos educando a nuestros hijos.
Por eso, lo primero que debemos hacer es valorar si estamos criando de una forma consciente, si aplicamos una crianza que pone al niño en el centro, que le da voz y lo acompaña, y que respeta sus tiempos y sus procesos.