La tradición no ha desfigurado los hechos hasta el punto de no ser ellos reconocibles. Entre las leyendas de Egipto y Grecia, y de una parte de la Persia, por otra, hay demasiada semejanza de figuras y números para que pueda achacarse a simple casualidad, como ha sido archiprobado por el astrónomo y orientalista Bailly.