Discurso pronunciado por Frederick Douglass con ocasión Del Día de la Independencia de los Estados Unidos en 1852.
Con motivo de la celebración del 4 de julio, Día de la Independencia de los Estados Unidos, el exesclavo Frederick Douglass es invitado a pronunciar un discurso. Su tono es inteligente y culto; su oratoria, brillante. Douglass formula preguntas de gran potencia retórica, muchas veces irónicas.