Una crisis nerviosa. Un ataque de pánico en pleno sermón. ¿Quién diría que eso podía pasarle a él? Un hombre de fe tan respetado, tan seguro de sí mismo y de sus palabras.
Han tenido que ingresarlo en un pabellón psiquiátrico junto a todos aquellos insensatos a los que alguna vez despreció: pecadores, hipócritas, imperfectos, enfermos…