El viaje chamánico ha sido una práctica habitual en todas las sociedades indígenas a lo largo de la historia.
Al son de un tambor o al ritmo de otro instrumento de percusión, el chamán entra en la realidad «no ordinaria» –un estado alterado de consciencia, más allá del tiempo y del espacio– para obtener orientación y sanación espiritual, para ayudar a otros y al planeta y para reconectar con los ciclos de la naturaleza.