Aquí estuvo un hombre, Jesús, el cual se encontró a sí mismo, inseparable de su padre -Dios-, eternamente unido a él. Consciente de su divinidad, el humildemente actuaba al mismo tiempo que contemplaba la vida infinita que le rodeaba. Jesús estableció en reino de dios dentro del mismo. Pero el siempre decía: "mi reino no es de este mundo", el vivió en conformidad con el mundo de su tiempo y nunca pensó que este fuera malo, si no que todo dependía del nivel espiritual con el que sea visto.