«La literatura francesa fue la mejor y sigue siéndolo. La más osada, la más libre, [...] la que se insubordina a la actualidad, la que regula y administra los sueños de los seres vivos».
Los mitos literarios y el dinamismo intelectual en Francia sedujeron a Vargas Llosa en los inicios de su carrera hasta el punto de que llegó a creer que sólo se convertiría en escritor si llegaba a París y lograba aclimatarse a un ambiente que concedía a las artes y al pensamiento un lugar privilegiado.