Desde que abrimos los ojos al despertar hasta que los cerramos cuando nos quedamos dormidos, todo, absolutamente todo lo que observamos está cubierto de bacterias. Desde las sábanas de nuestra cama hasta los árboles que asoman al otro lado de la calle. Todo. Desde los bolígrafos de nuestro escritorio hasta las monedas que llevamos en el bolsillo o los cromos que intercambian nuestros hijos en el colegio; el pelo de nuestras mascotas, las revistas del quiosco, el teclado de nuestro ordenador...