Habiendo tenido vidas, en cierto modo, paralelas: de temprana vocación artística, nacidos ambos en unas familias que les reservaban otros destinos, huidos ambos, a Leiden y Ámsterdam uno, a Róterdam y París otro, lugares de libertad y desenfreno, ambos con carreras de éxito no exentas de sombras y de excesos, Kees van Dongen (1877-1968) nos ayuda a comprender el sentido profundo, doloroso y radiante de la obra de Rembrandt (1606-1699).