En las décadas finales del siglo XX, las instituciones de microcrédito se erigieron como una opción viable para que los más desfavorecidos accedieran a recursos financieros y emprendieran actividades productivas. La experiencia ha demostrado que los micropréstamos permiten a comunidades enteras superar algunos rezagos sociales, y también ofrecen un camino para lograr el equilibrio de poder entre géneros, pues promueven mejores oportunidades económicas para las mujeres