Las personas que dedican su vida a proteger a los niños y a las familias son personas que poseen una sensibilidad especial. Se necesita valentía, responsabilidad, confianza, audacia, empatía y solidaridad. Con frecuencia se opera en situaciones críticas, bajo una altísima presión emotiva, donde las decisiones que se toman muchas veces afectan de por vida a los niños y a las familias.