Los niños bien es producto de la locura. Es una paradoja absoluta. Su existencia -aunque esté situada en el año dos mil y pico- no tiene fecha, es un libro vacío cubierto de alcohol. Los personajes están dados por una mente llena de laberintos sin salida. Puede ser criticada como una novela con instintos finiseculares, pero más bien está adjetivada para fines milenarios. La trama es absurda, vale la pena leerla para conocer lo que hace y deja de hacer un autor con tal de avanzar a un punto claro: el enigma de la sobriedad.