La cordialidad dentro de la familia debería ser un valor que nunca tendría que estar ausente sin importar las circunstancias de la vida que se fueran presentando. La muerte de cualquiera de los integrantes de la familia provoca, además del dolor por la pérdida, descontrol e incertidumbre sobre el futuro. Es increíble darse cuenta que sólo basta tener diferencias con respecto a la repartición de los bienes materiales que hayan pertenecido a alguno de los integrantes para que surjan odios y rencores entre aquellas personas que crecieron juntas, pero, aunque lo óptimo sería dejar perfectamente definida la forma en que habrían de repartirse esos bienes mediante un testamento, en la práctica y por la falta de cultura de heredar de forma correcta no pasa así, es por eso que se hace evidente la intervención de la autoridad jurisdiccional para que, bajo su supervisión, se haga un análisis de a quienes les corresponde adjudicarse los bienes dejados por el de cujus. La intervención del juzgador se manifiesta mediante la denuncia que haga alguno de los posibles herederos de un procedimiento intestamentario.