La duda razonable trajo como consecuencia la incorporación de reglas procesales precisas, ligadas a la carga de la prueba. Esta obra hace un análisis de la jurisprudencia nacional e internacional que la sustenta para acabar de una vez por todas con las dudas: la duda razonable absuelve al acusado y no es ninguna novedad. Nacida en 1935, en Inglaterra, en el caso Woolmington y retomada en los Estados Unidos, en 1970, en el caso Winship, dejó en claro que ningún caso es pequeño o suficientemente relevante para apartarnos de la justicia y legalidad del Debido Proceso.