Aunque el origen de internet data de 1969, lo cierto es que las nuevas tecnologías siguen resultando novedosas y suponen un reto para todo jurista. De un lado, porque no acaban de encontrar su espacio en la formación del jurista, ni como disciplina propia —que no lo es—, ni en el seno de cada rama del derecho. Del otro lado, no dejan de ser novedosas porque generan problemas y desafíos intelectuales y prácticos continuamente cambiantes. Por estos motivos resultan tan de agradecer libros como el presente, una obra que aún a las grandes áreas del derecho de las nuevas tecnologías a manos de autores especializados y conocedores de este siempre fascinante nexo entre el derecho y las nuevas tecnologías.