El provecho que los estudiantes obtienen del estudio del derecho romano es que adquieran los hábitos intelectuales propios del jurista; en especial, el hábito científico, que familiariza a los jóvenes con los conceptos, las reglas y las distinciones que constituyen el núcleo esencial —y, por tanto, inmutable— de la tradición jurídica universal y de la jurisprudencia, además de que los acostumbra a considerar al derecho, a semejanza de los juristas romanos, como un medio para la resolución justa de casos concretos.