Cuando un boxeador entra al cuadrilátero, deja todo atrás, como si la puerta de su vida normal estuviera cerrada firmemente a sus espaldas. Su enfoque es tan preciso y penetrante que el boxeador es inmune a toda actividad a su alrededor, salvo a su oponente. Mientras dure la pelea, el ring es el lugar más solitario de la tierra.