¿Han oído ustedes el cuento del niño gitano que muere devorado por una hiena frente a dos damas contrariadas? ¿Y el del señor que conoce tan bien a su esposa que ha pasado dos horas conversando con ella sin percatarse de que estaba muerta? Estos no son chistes; son relatos de historias más bien perversas y llenas de ironía. Preparémonos a reír un poco con ellas. No será una risa de alegría; será acaso de satisfacción al ver delatadas ciertas crueldades que se alojan en el alma de los hombres. Si algo parece caracterizar a Sakí en sus relatos, es el vicio de andar metiéndose en el lugar más íntimo y sagrado de los hombres (al que llamamos corazón), para luego ir vociferando a los cuatro vientos todo lo que solemos ocultar allí, tras su tierna y noble apariencia. La finura de su estilo nos muestra la crueldad de los personajes (y del autor mismo) arrancándonos una sonrisa, que es la misma risita rubicunda de quien se siente descubierto.