En 2016 sucedía algo impensable: Donald Trump se alzaba con la presidencia de Estados Unidos.
El candidato del Partido Republicano llegaba al Despacho Oval gracias a un equipo de personajes sin escrúpulos que utilizaría el espionaje masivo, el potencial de las redes sociales y las cloacas de internet para convencer a un electorado golpeado por la crisis económica y la falta de expectativas.