En los últimos años hemos asistido a la implantación y desarrollo de las redes de comunicaciones móviles por parte de los operadores, y al rápido crecimiento de este mercado, que tiene escasos precedentes en el mundo de la tecnología. A lo largo de este proceso, no ha sido siempre fácil conjugar la necesaria rapidez de implantación con una planificación mesurada y acorde a las necesidades reales de los usuarios. Una planificación con escasos recursos deja al operador prestando servicios de baja calidad, pero un exceso de ellos resulta también indeseable, tanto por su coste económico como por el hecho de que el recurso que se utiliza en telefonía móvil es un bien común: el espectro radioeléctrico.