Cuando era niño, Lalo tuvo que trabajar en condiciones «agotadoras, mugrientas y venenosas» en Estados Unidos…
Sin formación académica ni grandes recursos, su innato talento y férrea ética de trabajo le empezaron a abrir paso en el mundo que le apasionaba: el de los restaurantes… Pero todo se interrumpió cuando fue deportado a México, un país que debió redescubrir y donde tuvo que empezar de cero.