En 1998, al borde ya del nuevo milenio, los cines se estremecieron con una película que puso bruscamente en el mapa el casi desconocido cine de terror japonés: "Ringu", de Hideo Nakata. Tras la estela de este filme y de Sadako, su temible y fascinante protagonista de ultratumba, una auténtica avalancha de historias de fantasmas nipones sacudió la escena cinematográfica mundial. Un ejército evanescente de espectros, fantasmas y aparecidos llegó del Lejano Oriente para renovar el género.