En 1956 el doctor Paul Kuroda propuso la existencia de reactores de fisión nuclear naturales en épocas geológicas pasadas.
Sin embargo, como a menudo sucede, sus colegas no le creyeron. En 1972, H. Bouzigues y sus colaboradores realizaron, en la planta de materiales fisionables de Pierrelatte, un análisis que midió una pequeña pérdida de uranio-235 en los minerales de este elemento.