Quizá la mayor descripción de la bondad de Francisco I Madero la escribió Jose Vasconcelos en su Ulises Criollo "Le dolía la humillación de sus enemigos y hubiera deseado abrirles el presidio y también la anchura inmensa de sus pequeños brazos". Las virtudes humanas de Madero, creador de un movimiento que cambio al país en tres años, eran tan grandes como escasas sus virtudes de gobernante.