Como una respuesta a la preocupación de Juan Pablo II por el proceso de evangelización que todos los católicos debemos asumir, la Biblia del nuevo Milenio se presenta en el más amplio sentido económico; el lector puede acudir a ella con certidumbre y confianza, seguro de que es una traducción directa al castellano del hebreo y del arameo, y está confrontada con los textos originales en griego y latín, amén de que su revisión estuvo a cargo de especialistas en historia, teología y lingüística.