El 18 de enero de 1889, Franz Overbeck, teólogo de Basilea, acudió a Turín para tratar de salvar a su amigo Nietzsche que había caído en una profunda demencia -tarea que resultó imposible-, encontrándolo rodeado de montones de papeles, recuperando los que creyó más importantes, entre los cuales se hallaba el manuscrito (cuidadosamente envuelto) de El anticristo, publicado en 1895.