La posición que posee el ser humano como especie en el mundo ha sido una de las cuestiones que la filosofía ha tratado de desentrañar a lo largo de su historia. En buena medida, la conceptualización de tal posición puede encontrarse preponderantemente por vía negativa, es decir, por conocer aquello que no somos. En este sentido, encontramos en los animales un primer referente de semejanza y, a la vez, de cierta distancia respecto de lo que decimos ser los seres humanos.