El análisis histórico detecta que el mal de la pedofilia eclesiástica se comprende como el último eslabón en un proceso de corrupción de siglos.
Da cuenta del autoritarismo histórico desarrollado por la Iglesia en su conexión con los poderes temporales, que fue desnaturalizando en gran parte el mensaje evangélico de la prioridad del amor sobre la fe, abriendo paso a la Inquisición, las cruzadas, las “cazas de brujas” y el antisemitismo.