La culpa de todo la tiene el perro, o al menos eso cree Cangrejo a sus doce años, porque es sacándolo a pasear como conoce a Jotacé y su secuaz Tarado, dos chavales libres, insolentes y violentos que personifican un universo del que Cangrejo quiere formar parte y que su familia de clase media le ha negado: el mundo de la calle, con sus broncas y sus mitos.